Los apologistas del Ecosistema Digital tienen una ilusión: la conversión de las grandes ciudades introduciendo los nuevos artilugios (sensores inteligentes, webcams, la 5G y la generación de móviles que la soporten, bigdata, IoT- internet de las cosas). Las cuales se sustentarían con una eficiencia energética, que contemplaría la gestión de los recursos naturales y tratarían de minimizar los residuos ambientales con automatización avanzada, ¡una utopía de optimismo tecnológico vertiginoso!
Un nuevo esquema civilizatorio, que comenzó en los 80’s, está mordazmente instalado y el cambio se ha dado con la pandemia; un nuevo sistema social que requiere nuevas leyes. Ya que hay una nueva serie de condiciones a nivel planetario, donde los únicos que ganan son los mediadores; quienes promocionan dos opciones ¿Ciudades verdes o ciudades saludables?
La primera opción concentra y compacta el transporte colectivo, que a su vez reduce el uso de vehículos personales y que construye de forma más espesa y en partes más densas la ciudad, como la tragedia de los comunes.
La segunda requiere que el transporte, tenga alguna forma de mantener la distancia segura entre los pasajeros, algo incompatible con el concepto de transporte público, por cierto. Una iniciativa supletoria fue la ciudad de 15 minutos (París), donde ir a pie o en bici al trabajo o a la tienda, fue challenge de ciudades ricas.
El encierro del 2020 lejos de la planificación urbana convocó efectos inmediatos, como la materialización de una crisis económica y el ascenso de la dimensión tecnológica con las webs, apps y las bandas anchas que conectaron redes en todo el mundo, neutralizando la geografía durante el confinamiento.
Paradójicamente, esta infraestructura tecnológica incrementó los beneficios económicos derivados de la telemática y su progreso alígero: la relación entre el espacio real y el espacio digital se redujo a la entrega de mercancías compradas online.
Mientras un sector poblacional se preguntaba ¿Qué hago para comer? ¿Qué hago para yo sostener esta realidad?
El contraste de las ciudades pobres se nota a diario, pues sus habitantes tienen que viajar a los lugares más alejados como las oficinas o las grandes tiendas (para trabajar, no comprar), por tanto, la descentralización de las todas actividades fue la solución más básica.
Dentro del temporal pandémico hubo conflictos urbanos que afrontar tales como la recolección de residuos sólidos urbanos (RSU), las reparaciones propias de la vialidad, las asociaciones vecinales que se vigilaban unas a otras sus medidas de higiene y aseo personal.
Y en las áreas rurales floreció un neoanarquismo: bloqueos de terracerías para evitar contagios por visitas; además un fenómeno que no parecen notar los massmedia, las redes de crimen organizado renovando sus estrategias de acción sin que hayan parado sus actividades delincuenciales un solo día.
Todos estos planos de la dimensión social tuvieron un medio de subsistencia común: el agua o más bien, su uso; evidentemente el periodo marzo-diciembre del 2020 será el ciclo récord de gasto de agua en todas las ciudades ricas y pobres, centros urbanos y medios rurales.
No por nada, el agua está cotizada en la bolsa de valores más carroñera, Wall Street, a partir del invierno 2020, un bien natural agregado a la especulación financiera comprando los derechos de agua (o de regadío), según ¿por la escasez? ¿por el cambio climático? ¿por la pandemia?, o ¿todo lo anterior? Sobra respuesta concisa salvo el interés a posteriori:
“El
precio que va a tener esa agua es para gestionar el uso racional y asegurar su
cuidado para el futuro(?), por ahora de california en USA”.
Cabe cuestionar ¿se queda en lo local o avanza a lo global? La escasez del agua es considerada como un problema ambiental global (PAG), de manera que su cuidado ya es institucionalizado y economizado con un instrumento de conservación ambiental denominado Pagos por Servicios Ambientales (PSA).
Aquí el manejo de servicios ambientales es
visualizado de la siguiente forma:
Valor de uso: objeto para satisfacer una
necesidad. |
Donde
un pobre es etiquetado como un consumidor irracional de agua, que tiene que
ser asistido (o motivado) económicamente para que conserve el bien natural. En
cambio, un rico es consciente de su cuidado y en su amplia conciencia
ambiental, se permite pagar por la prevención de escasez de este recurso
natural; cuando verdaderamente es un usurero con aires de altruismo. |
Ciertamente, para resolver esta necesidad dentro de
este sistema PSA hay que promover -Capacidad de producir: sin carestía y
carencia-; como alternativa tecnológica se propone a la Inteligencia Artificial,
que gestionaría las fugas de aguas en tuberías o el cálculo de los precios de
agua potable y los cambios del ciclo del agua (sensores everywhere).
La
justificación del manejo a través de los Pagos por Servicios Ambientales se
ampara bajo los criterios de una política de conservación ambiental
incluyente, puesto que involucra a las poblaciones rurales que dependen
directamente de dicho bien natural; y bajo el criterio de orden ético o equidad
social, (que los beneficios obtenidos de la venta de servicios ambientales sean
retribuidos a la población local), en suma:
-Crematística:
adquirir riqueza (noción).
|
Fuente de
riqueza: especulación o vigilancia diligente del dueño. Cuando los precios
son altos, los inversores buscan ese {objeto} o materia prima y encuentran reservas
del objeto o materia prima para economizarlos a un precio más caro. |
La
necesidad de incluir a los pobres en la toma de decisiones en los mecanismos de
cumplimiento internacional es bastante común en la diplomacia, por ejemplo, la Organización
Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés), en Dublín (1992) mencionó
que el agua debía ser considerada como un bien económico, para
manejarlo en forma equitativa y eficiente. A partir de ahí existe un legajo de sinfín
de declaraciones bilaterales o multilaterales que en resumen manifiestan - El mundo
ante el problema del agua-.
Aunque cabe preguntarles a los hacedores de este discurso selectivamente ambiental:
- ¿Dónde estaban sus roles de defensa de los recursos hídricos, cuando el sector minero usaba -y usa- miles de litros para transformar los minerales?
- ¿Qué han hecho ante el uso industrial del agua?
- ¿Se han manifestado contra las embotelladoras transnacionales?
- ¿han propuesto indemnizaciones según el grado de alteración a las cuencas?
- ¿han sugerido medidas de resiliencia ante cambios en la biota y el desplazamiento de los locales que generan las centrales hidroeléctricas?
Según la propuesta de HOLLING (1973), la resiliencia es una condición, una capacidad apreciable en los sistemas ecológicos que cuantifica su estabilidad justo porque la resiliencia determina persistencia. Persistencia a la hora de soportar perturbaciones y amenazas de todo tipo para, en última instancia, volver a situarse (estabilizarse) en su condición originaria.
Entonces
¿Qué beneficio obtenemos como ciudadanos del mundo que sustentamos la economización
de los usos y el marketing del cuidado del agua, para prevenir su carestía y
carencia para la industria?
Porque
la industria es el sector que más requiere litros del recurso hídrico para
producir electricidad, para todo tipo de procesos industriales; también para la
transformación en la minería y no se diga, los usos en la extracción petrolera,
porque sin lodos bentoníticos no forma hay de sacar el oro negro.
Básicamente la inequidad se desvela:
Valor de cambio: dar
exacto lo que se recibe. |
El valor de cambio por la economización
del recurso hídrico pretende un abasto intergeneracional; ¿pero para quien,
en verdad? La población humana, quien
de por sí ya la carece, debido a que las industrias acumulan el agua potable para
su continuidad económica. |
Para
comprender el significado de la direccionalidad de esta tendencia a economizar
todo recurso natural; ahora cabe analizar lo que pandemia y el confinamiento
modificaron en el planeta, precisamente la ciudad.
Una
ciudad es un conjunto de lugares para la gente, para reunirse, caminar. Es
hacer comercios, plazas y restaurantes o cines, en fin, espacios públicos
rodeados de edificios, árboles y vías para los vehículos; y el año terapéutico 2020
detuvo todo esto ¿Y lo rescatable, es un optimismo tecnológico?
Una
ciudad sustentable sostenida en tecnologías (IoT), representa a todas luces una
problemática sobre todo por los insumos y recursos naturales que se van a
invertir, para mantener ese nivel social de vida. Los defensores inmediatamente
dirán -si nuestra tecnología genera problemas ambientales se solventarán estos
problemas con desarrollo de más tecnología- entonces ¿Cuándo acaba el ciclo? ¿hay una razón detrás, un argumento que lo apoye?
Es bastante claro que las ciudades se organizan conforme evoluciona la vida de la sociedad:
- Si somos consumistas, tendremos una ciudad de transacciones y residuos, lo vivimos;
- Si somos verdes tendremos una ciudad con espacios emplazados para interactuar con la naturaleza, lo anhelamos.
Ahora
ya sabemos que, si somos saludables, tendremos una ciudad con exceso de
controles sanitarios y toques de queda, algo que sufrimos; con esta realidad
que despertamos día a día, entonces ¿nuestra necesidad realmente es tecnológica
o de resiliencia? Hans Jonas respondió hace no mucho:
"La tecnociencia es la legitimadora de sí misma, para que existan responsabilidades es preciso existir como sujeto consciente, ocurre que lo imperativo tecnológico elimina a la conciencia, elimina al sujeto, elimina la libertad en pro de un determinismo”.
FUENTES
https://www.youtube.com/watch?v=FBChHpMjbBM ¿porue el agua cotiza en bolsa ahora?
http://www.estudislocals.cat/wp-content/uploads/2017/01/La_ciudad_Global-Saskia-Sassen.pdf
Las presas hidroeléctricas un reto para la sustentabilidad de las cuencas en México.Dr. Mario Gómez Ramírez.Posgrado y Colegio de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. xalapamar@yahoo.com.mx
https://www.actualidadjuridicaambiental.com/wp-content/uploads/2019/06/2019_07_01_Fortes_Resiliencia-ambiental.pdf